sábado, 19 de marzo de 2016

El Cowboy.













El Cowboy.
Los Hombres detrás del mito


La imagen clásica, que a través de las novelas, tebeos, películas y series de televisión basadas en el Oeste Americano o Far-west, -Lejano Oeste- nos ha llegado del Cowboy –Vaquero- es la de un hombre a caballo ataviado con un sombrero de diez galones, pantalones denim o de algodón y chaparreras.
Aunque hoy en día tanto las novelas, como los comics sobre el Oeste, así como las películas del género “westerns” están muy a la baja, en los años 40, 50, 60 y 70, causaron furor y aquellas generaciones, mi generación, crecieron, crecimos, enamorados de la Historia del Oeste.
Para nosotros el cowboy fue nuestro héroe. Para mí lo sigue siendo.
Fueron aquellas películas, tebeos y novelas que tantos buenos ratos nos hicieron pasar las que pintaron en nuestra mente la estampa del cowboy.
Aquella  idea que la palabra Cowboy  nos trae a la mente.  La figura heroica de un hombre rudo, con la piel curtida por el sol y el viento, con un cigarrillo a medio fumar entre los dientes mientras, escupiendo por la comisura de los labios, se prepara para desenfundar con la velocidad del rayo y abatir al malo, luego, y después de besar a la chica, que está enamorada de él, montar en su caballo y perderse cabalgando lentamente hacia la puesta del sol.
Sin embargo la realidad fue bien distinta.
Las raíces de esta figura vista hoy como el más típico héroe americano, sorprendentemente se puede trazar hasta la España Medieval.
Arranca de la tradicional cría de ganado en España. Tradición que los españoles llevaron con ellos a América.
-Ellos fueron también los que llevaron a Nueva España, hoy México, los caballos y las reses de cuernos largos-.
Allí, ésta tradición de cría de ganado y vigilado por hombres a caballo, se extiende y se funde  con el vaquero mexicano o “Mustang-runners”, un personaje que aparece al norte de México dedicado a la captura y doma caballos salvajes para, posteriormente, conducirlos en manadas para vender en los mercados.  
Finalmente esta tradición acaba fundiéndose con los comerciantes y criadores de ganado de habla inglesa y ahí surge el cowboy.
Su apogeo se puede situar en el tiempo, justo después de la Guerra de Secesión Americana.
 La escasez de vaqueros que se dio a causa de la guerra, hizo que el ganado proliferase de una forma exponencial y el excedente de ganado que se llegó a alcanzar en Texas (que llegó a ser de unos cinco millones de cabezas) era impresionante.
Y de ahí surgen las míticas conducciones de ganado hacia a aquellos lugares con estaciones de ferrocarril donde, una vez vendido a los tratantes de ganado, era enviado a las grandes ciudades del Este.
El oficio de cowboy era el de un obrero del rancho y sus quehaceres iban desde cuidar del ganado, domar caballos, conducir las reses a los mercados, hasta, incluso, vigilar que los cuatreros o ladrones de ganado no hurtaran las reses.

Su vida no era para nada fácil, se levantaban antes de la salida del sol y se acostaban con la puesta.
Y su sueño no era siempre placentero, no pocas eran las noches que tenían que levantarse para acudir a alguna emergencia del rancho.
El uniforme del cowboy no era para nada arbitrario y sinsentido, cada pieza de su indumentaria tenía su cometido o función.
Desde el sombrero que protegía a su portador del sol y de la lluvia hasta la  “bandana” pañuelo alrededor del cuello, que, al subirlo tapándole la boca en forma de mascarilla, le protegía del polvo. Incluso sus icónicas botas estaban diseñadas para incrustarse en el suelo mientras se laceaba una res.
Su trabajo incluía una vigilancia constante sobre el ganado para evitar su robo por parte de “cattle-rustlers”  -cuatreros-.
Otra de las leyendas sobre vaqueros era la que cada uno tenía su fiel caballo.
En realidad el cowboy necesitaba un buen número de caballos para desempeñar su trabajo.
Tradicionalmente dejaban que los potrillos crecieran salvajes en campo abierto, luego una vez alcanzado su madures, eran acorralados y domados.
La función de doma era conocida como “bronco-busting” y, aunque al principio la doma era un proceso bastante duro y brutal, los cowboys pronto comprendieron que aquéllos caballos domados de una manera más suave solía dar caballos mejores y de más confianza.
El tiempo dedicado por el cowboy a su trabajo, que incluía inevitablemente pasar muchas horas montando a caballo y vigilando y controlando el ganado, acababa por darle un conjunto de habilidades y destrezas que conducían  a organizar una serie de competiciones amistosas llamadas “rodeos”.
Muy diferente de los actuales grandes y pomposos rodeos que hoy se celebran en Estados Unidos, aquellos primeros rodeos eran eventos informales donde los cowboys demostraban sus habilidades compitiendo unos con otros.
El rodeo formal y regulado surgió en 1872 y ya para 1890 se había convertido en un entretenimiento público.
Una de las principales tareas del cowboy era, durante el verano, conducir el ganado desde Texas hasta las ciudades con ferrocarril, Cheyenne en Wyoming, Denver en Colorado, Ogallala en Nebraska, Ellsworth, Baxter Springs y Abilene en Kansas, Sedalia en Missouri, etc., donde era embarcado en los trenes que lo conducirían a los mercados del Este.
--Texas fue, típicamente, el estado con más abundancia de ganado que era exportado para  vender en los mercados del Este por un precio más alto-
Las grandes manadas constaban usualmente de unas 3000 cabezas de ganado, y empleaba  de 10 a 15 cowboys, además de un wrangler –el encargado de cuidar a los caballos- y un cocinero.
Al final de las grandes rutas y una vez el entregado el ganado, llegaba para el cowboy el tan esperado y bien merecido salario.
Después de las rígidas y duras reglas, de no beber ni apostar, que debían observar durante el camino, al final llegaba para el cowboy el momento de soltar presión en los salones y salas de juego.
Y a pesar de la creencia común de que, llegado a este punto el cowboy se convertía en un ser borracho y violento, la verdad era que, y aunque a veces la cosa se podía tornar bastante alborotada, el cowboy era por lo regular muy raramente violento y cualquiera que se pasase de la raya era rápida y duramente castigado.
Otra de las costumbres del cowboy era gastar “bromas prácticas”  -broma pesada-.  Las favoritas consistían en aguijonear el caballo de un compañero que iba distraído o introducirle objetos dentro de las botas mientras dormía, etc.
Cuando alguna broma se pasaba y se salía de la regla el causante podía ser juzgado por los mismos cowboys en un simulacro de juicio y, aquél hallado culpable, podía ser castigado de una forma humillante como ser arrojado entre los excrementos de vaca.
Y más o menos así fue la vida de aquellos hombres rudos y esforzados que dejaron tras de si una profesión y un modo de vida de leyenda.
Hoy en día, todavía se puede visitar los lugares por donde transcurrieron aquellas rutas legendarias con nombres como: “The Goodnight-loving Trail, The Western Trail, The Chisholm Trail y The Sedalia and Baxter Springs Trail.
Una película recomendada y que refleja bastante bien como fueron aquellas grandes conducciones  -cattle-trails-  es Chisum de John Wayne.
Aunque la que no debe faltar, -se puede ver en “you Tube”-  es una serie de televisión, de finales de los 50 y principios de las 60, interpretada por Eric Fleming y Clint Eastwood , y titulada Rawhide. Para mí la mejor serie de cowboys y del Oeste de todos los tiempos.