El Cowboy.
Los Hombres detrás del mito
La imagen clásica, que a través de las novelas, tebeos,
películas y series de televisión basadas en el Oeste Americano o Far-west,
-Lejano Oeste- nos ha llegado del Cowboy –Vaquero- es la de un hombre a caballo
ataviado con un sombrero de diez galones, pantalones denim o de algodón y
chaparreras.
Aunque hoy en día tanto las novelas, como los comics sobre
el Oeste, así como las películas del género “westerns” están muy a la baja, en
los años 40, 50, 60 y 70, causaron furor y aquellas generaciones, mi
generación, crecieron, crecimos, enamorados de la Historia del Oeste.
Para nosotros el cowboy fue nuestro héroe. Para mí lo sigue
siendo.
Fueron aquellas películas, tebeos y novelas que tantos
buenos ratos nos hicieron pasar las que pintaron en nuestra mente la estampa
del cowboy.
Aquella idea que la
palabra Cowboy nos trae a la mente. La figura heroica de un hombre rudo, con la
piel curtida por el sol y el viento, con un cigarrillo a medio fumar entre los
dientes mientras, escupiendo por la comisura de los labios, se prepara para
desenfundar con la velocidad del rayo y abatir al malo, luego, y después de besar
a la chica, que está enamorada de él, montar en su caballo y perderse cabalgando
lentamente hacia la puesta del sol.
Sin embargo la realidad fue bien distinta.
Las raíces de esta figura vista hoy como el más típico héroe
americano, sorprendentemente se puede trazar hasta la España Medieval.
Arranca de la tradicional cría de ganado en España.
Tradición que los españoles llevaron con ellos a América.
-Ellos fueron también los que llevaron a Nueva España, hoy
México, los caballos y las reses de cuernos largos-.
Allí, ésta tradición de cría de ganado y vigilado por
hombres a caballo, se extiende y se funde
con el vaquero mexicano o “Mustang-runners”, un personaje que aparece al
norte de México dedicado a la captura y doma caballos salvajes para,
posteriormente, conducirlos en manadas para vender en los mercados.
Finalmente esta tradición acaba fundiéndose con los comerciantes
y criadores de ganado de habla inglesa y ahí surge el cowboy.
Su apogeo se puede situar en el tiempo, justo después de la
Guerra de Secesión Americana.
La escasez de
vaqueros que se dio a causa de la guerra, hizo que el ganado proliferase de una
forma exponencial y el excedente de ganado que se llegó a alcanzar en Texas
(que llegó a ser de unos cinco millones de cabezas) era impresionante.
Y de ahí surgen las míticas conducciones de ganado hacia a
aquellos lugares con estaciones de ferrocarril donde, una vez vendido a los
tratantes de ganado, era enviado a las grandes ciudades del Este.
El oficio de cowboy era el de un obrero del rancho y sus
quehaceres iban desde cuidar del ganado, domar caballos, conducir las reses a
los mercados, hasta, incluso, vigilar que los cuatreros o ladrones de ganado no
hurtaran las reses.
Su vida no era para nada fácil, se levantaban antes de la
salida del sol y se acostaban con la puesta.
Y su sueño no era siempre placentero, no pocas eran las
noches que tenían que levantarse para acudir a alguna emergencia del rancho.
El uniforme del cowboy no era para nada arbitrario y
sinsentido, cada pieza de su indumentaria tenía su cometido o función.
Desde el sombrero que protegía a su portador del sol y de la
lluvia hasta la “bandana” pañuelo
alrededor del cuello, que, al subirlo tapándole la boca en forma de mascarilla,
le protegía del polvo. Incluso sus icónicas botas estaban diseñadas para
incrustarse en el suelo mientras se laceaba una res.
Su trabajo incluía una vigilancia constante sobre el ganado
para evitar su robo por parte de “cattle-rustlers” -cuatreros-.
Otra de las leyendas sobre vaqueros era la que cada uno tenía
su fiel caballo.
En realidad el cowboy necesitaba un buen número de caballos para
desempeñar su trabajo.
Tradicionalmente dejaban que los potrillos crecieran
salvajes en campo abierto, luego una vez alcanzado su madures, eran acorralados
y domados.
La función de doma era conocida como “bronco-busting” y,
aunque al principio la doma era un proceso bastante duro y brutal, los cowboys
pronto comprendieron que aquéllos caballos domados de una manera más suave
solía dar caballos mejores y de más confianza.
El tiempo dedicado por el cowboy a su trabajo, que incluía
inevitablemente pasar muchas horas montando a caballo y vigilando y controlando
el ganado, acababa por darle un conjunto de habilidades y destrezas que conducían a organizar una serie de competiciones
amistosas llamadas “rodeos”.
Muy diferente de los actuales grandes y pomposos rodeos que
hoy se celebran en Estados Unidos, aquellos primeros rodeos eran eventos
informales donde los cowboys demostraban sus habilidades compitiendo unos con
otros.
El rodeo formal y regulado surgió en 1872 y ya para 1890 se
había convertido en un entretenimiento público.
Una de las principales tareas del cowboy era, durante el
verano, conducir el ganado desde Texas hasta las ciudades con ferrocarril,
Cheyenne en Wyoming, Denver en Colorado, Ogallala en Nebraska, Ellsworth,
Baxter Springs y Abilene en Kansas, Sedalia en Missouri, etc., donde era
embarcado en los trenes que lo conducirían a los mercados del Este.
--Texas fue, típicamente, el estado con más abundancia de
ganado que era exportado para vender en
los mercados del Este por un precio más alto-
Las grandes manadas constaban usualmente de unas 3000
cabezas de ganado, y empleaba de 10 a 15
cowboys, además de un wrangler –el encargado de cuidar a los caballos- y un
cocinero.
Al final de las grandes rutas y una vez el entregado el
ganado, llegaba para el cowboy el tan esperado y bien merecido salario.
Después de las rígidas y duras reglas, de no beber ni
apostar, que debían observar durante el camino, al final llegaba para el cowboy
el momento de soltar presión en los salones y salas de juego.
Y a pesar de la creencia común de que, llegado a este punto
el cowboy se convertía en un ser borracho y violento, la verdad era que, y
aunque a veces la cosa se podía tornar bastante alborotada, el cowboy era por
lo regular muy raramente violento y cualquiera que se pasase de la raya era
rápida y duramente castigado.
Otra de las costumbres del cowboy era gastar “bromas prácticas” -broma pesada-. Las favoritas consistían en aguijonear el
caballo de un compañero que iba distraído o introducirle objetos dentro de las
botas mientras dormía, etc.
Cuando alguna broma se pasaba y se salía de la regla el
causante podía ser juzgado por los mismos cowboys en un simulacro de juicio y,
aquél hallado culpable, podía ser castigado de una forma humillante como ser
arrojado entre los excrementos de vaca.
Y más o menos así fue la vida de aquellos hombres rudos y
esforzados que dejaron tras de si una profesión y un modo de vida de leyenda.
Hoy en día, todavía se puede visitar los lugares por donde
transcurrieron aquellas rutas legendarias con nombres como: “The
Goodnight-loving Trail, The Western Trail, The Chisholm Trail y The Sedalia and
Baxter Springs Trail.
Una película recomendada y que refleja bastante bien como
fueron aquellas grandes conducciones -cattle-trails-
es Chisum de John Wayne.
Aunque la que no debe faltar, -se puede ver en “you Tube”- es una serie de televisión, de finales de los
50 y principios de las 60, interpretada por Eric Fleming y Clint Eastwood , y
titulada Rawhide. Para mí la mejor serie de cowboys y del Oeste de todos los
tiempos.